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BENDICIÓN EN EL EMBARAZO

Genesis 17.1

 

Introdução

Génesis 17:1: Cuando Abram tenía noventa y nueve años, el Señor se le apareció y le dijo: “Yo soy el Dios Todopoderoso. Vive en mi presencia y sé intachable”.

 

Todo lo que te pasó cuando estabas en el vientre de mamá hoy será sanado, restaurado y bendecido, y cuando salgas de acá habrá victoria familiar.

La tarea de los padres es enseñarles a los hijos desde el vientre dos cosas. Un psiquiatra mexicano dice en su libro que los papás les tenemos que enseñar a nuestros hijos dos cosas fundamentales: a vivir y a convivir; y lo que la mamá especialmente les da en los primeros años de vida (y el papá también) al bebé son los recursos que necesita para vivir y convivir en los próximos noventa años. Es decir que en los primeros años el bebé recibe de papá y de mamá las herramientas que usará toda su vida. Una de las cosas que la criatura hace cuando va creciendo con sus padres es internalizar. Al principio no diferencia mamá de bebé, está todo mezclado, pero a medida que crece se va dando cuenta de que la mamá no es el bebé y de que el bebé no es la mamá y que ella está pero también se aleja. El bebé tiene que guardar a mamá y a papá adentro, eso se llama internalizar. Cuando el chico empieza a decir “mamá” y “papá”, ya guardó en su interior la imagen de ellos dos. Eso le permite, cuando sus padres se alejan, estar tranquilo porque mamá y papá están adentro.

 

Cuando una persona crece con mamá y papá adentro, no tendrá celos. Este psiquiatra, autor del libro, habla del problema de los celos y dice que consiste en pensar: “Me vas abandonar, me vas a engañar, justamente si te vas y desaparecés, porque no tengo adentro a mis padres”. Lo cierto es que el celoso no tuvo adentro a mamá y a papá, entonces al formar pareja siente que si el otro se va, no vuelve más y de ahí surgen los celos. Las personas que comentan: “Me siento solo, me siento sola, vos no me entendés” lo hacen porque les faltó internalizar a los padres. Otros tienen una gran tristeza y no saben por qué rayos se sienten así.

 

¿Cómo hace el bebé para internalizar a mamá y a papá, según este psiquiatra? Es bien fácil. Cuando mamá y papá le muestran al bebé la alegría de estar juntos, de compartir, que lo disfrutan y lo aman, el bebé les devuelve eso mismo a ellos y se los mete adentro. Así cuando los padres se van, ese nene no sufre de ansiedad ni sufrirá de celos ni soledad en la adultez. Si es mujer no irá a buscar un marido para que le haga del papá que no guardó; y si es hombre no irá en busca de una mujer que le lave la ropa como la mamá que no guardó. Guardar a los padres adentro es internalizarlos. Ahora si la mamá no disfruta de estar con el bebé y dice: “¡Otra vez este pibe llorando!” y el papá desaparece de escena, entonces esa criatura no puede internalizarlos porque no construyó, no sintió que era la alegría de los padres.

 

La segunda tarea que tenemos los papás es ayudar a nuestros hijos a desarrollarse, a liberar el potencial. Pero esa tarea debe hacerse desde que son bebitos, no cuando ya son grandes. Si, por ejemplo, a los ocho o nueves meses el bebé se quiere subir a la silla, la mamá o el papá pueden hacer tres cosas. Primero, decirle “no te subas a la silla”; entonces de grande no se animará a nada porque mamá o papá no lo ayudaron a desarrollar su potencial. Son esas personas que declaran: “Yo no puedo, no puedo y no puedo”. ¿Por qué dicen que no pueden? Porque sus padres no lo ayudaron a desarrollarse. Segundo, agarrarlo y ponerlo sobre la silla. Esa mamá o ese papá lo ayudó a desarrollar el potencial pero sobreprotegiéndolo; entonces de grande buscará que todo el mundo lo suba a upa y dirá: “Quiero trabajar, conseguime trabajo”; “usted me tiene que dar un aumento porque yo tengo muchos gastos”; “me tienen que subir a upa porque cuando yo era chiquito me quería subir a la silla y mi mamá siempre me subía, entonces yo quiero un pastor, un jefe, una pareja, un amigo ¡que me suba a la silla!”. Por eso, vemos grandulones de veinte, treinta, cuarenta y cincuenta años que están esperando que los suban a la silla.

 

¿Qué sería lo sano? Si el nene se quiere subir a la silla, la mamá o el papá le dan la mano y lo ayudan pero él hace la fuerza para subirse. De esa manera le están diciendo: “Vos podés, yo estoy con vos pero el esfuerzo lo hacés vos”. Esa persona cuando crezca se arriesgará, no dirá: “Me voy a morir en este trabajo”, sino que irá siempre por más y se subirá a la silla, al sofá, al avión ¡y a donde sea! A aquel que dice de grande: “Yo no tengo sueños, ya estoy hecho, ya soy grande, ya me compré la caña de pescar” no lo ayudaron a liberar el potencial. En cambio, aquel a quien animaron de chico asume riesgos, sale de la zona de confort, sueña, proyecta, avanza; tiene los miedos lógicos y un poco de ansiedad pero sabe que hay una mano que lo sostiene porque tiene la capacidad de liberar el potencial. Para resumir, los papás tenemos que hacer dos cosas en nuestros hijos: internalizarnos, meternos en ellos a través del disfrute, y ayudarlos desde chiquitos a liberar el potencial.

 

Dios creó el ciclo evolutivo en el ser humano: el embarazo, el nacimiento, la primera infancia, la pubertad, la juventud, la adultez y la vejez. Dios nos hizo a los padres para bendecir cada etapa evolutiva de nuestros hijos. Tu tarea y mi tarea es bendecirlos. Bendición es una cultura, un ambiente, que los padres creamos sobre nuestros hijos; y esa cultura o ambiente lo tenemos que convertir en un ritual, un acto formal, donde nosotros bendecimos cada etapa de nuestros hijos. ¿Qué quiere decir esto? La palabra bendición significa decirles a nuestros hijos cuando están en la panza: “Te amo, sos precioso, valioso y digno, sos deseado y bienvenido a esta familia, esperamos tu nacimiento con gran gozo, sos una gran bendición para nosotros. Dios te ha dado un destino, un propósito único y haremos todo lo posible para protegerte y guiarte para que cumplas ese destino en la Tierra”. Es decir que, desde el punto de vista espiritual, en esta bendición nosotros les transmitimos a nuestros hijos dos cosas: valor y destino. Les estamos diciendo: “Te amamos y estamos felices de que hayas desembarcado en nuestra casa; y valés porque Dios te ama y tenés un destino, un propósito glorioso”.

 

Ahora ¿qué pasa si cuando estábamos en la panza de mamá no recibimos esa bendición? ¡Si lo que recibimos, en cambio, fue una maldición? Una maldición es: “No te amo, no sos valioso ni digno de mi tiempo y energía, no valés, no tenés destino, sos un estúpido, no pertenecés aquí, no sos amado, tu sexo está equivocado, no encajas acá, no tenés destino”. Hay gente que dice que desde muy chiquitos sintieron su cuerpo distinto y se imaginaban que eran otra cosa; el origen de eso muchas veces tiene que ver con maldiciones que se han soltado sobre ellos. Nuestra tarea como padres es bendecir, generar una cultura y un ambiente de bendición. La palabra bendición en La Biblia es “berakah” en hebreo que quiere decir “arrodillarse y hablar bien del otro”; es decir que cuando uno está bendiciendo a alguien, el otro es el grande. Si yo bendigo y creo que yo soy el grande porque bendigo, eso se llama narcicismo: “Te bendigo con la paz de Jehová, con la autoridad que el Padre me ha dado, vos sos una cucaracha inmunda”… ¡No! Todo lo contrario. Si yo te bendigo, me hago chico porque vos sos grande. Y la palabra bendecir en griego es “eulogeo” (de ahí viene elogio), lo cual significa que bendecir es decirles a nuestros hijos cosas buenas a lo largo de toda la vida. Más adelante veremos que en la última etapa, los hijos adultos tenemos que bendecir a nuestros padres ancianos. Cuando bendecimos, nosotros nos achicamos y hablamos bien, les transmitimos a nuestros hijos en palabras y actitudes que los amamos, que vinieron con un destino, con un propósito, que los vamos a disfrutar, que tienen gloria de Dios y que son bienvenidos a nuestra casa.

 

¿Por qué cuando Isaac fue a bendecir a su hijo Jacob, este se apuró y le robó la bendición al papá? Cuando vino el otro hijo y le pidió: “Papá, dame la bendición a mí”, Isaac le respondió: “No, yo ya bendije al otro”. Esaú, que no obtuvo la bendición, se desesperó porque no tuvo las puertas abiertas a la victoria completa. La bendición espiritual te abre el camino espiritual para que te vaya bien en la vida. Los padres fuimos elegidos por Dios para bendecir a nuestros hijos. Hay tres cosas que tenemos que hacer en el embarazo desde el punto de vista bíblico porque las parejas están deshechas. Me contaba Otoniel Font que en Puerto Rico las mujeres quedan embazadas y los tipos desaparecen, las engañan, hay infidelidades, no se ve muy seguido una familia de papá, mamá e hijos sino personas re-casados, re-juntados y hay una enorme tasa de abuso sexual. Más o menos lo mismo nos pasa aquí a nosotros.

Cuando la pareja está embarazada, el mensaje que tiene que entregarle al bebé es: “Sos bienvenido, te queremos, esperamos tu nacimiento con gran gozo, sos una gran bendición para nosotros, Dios te ha dado un destino, un propósito único”. La bendición de los padres es un cerco espiritual e incluye tres cosas:

 

    Nuestros hijos tienen que nacer dentro del matrimonio

 

El matrimonio es un pacto que hacemos con Dios. No es un contrato que firmamos en un lugar. Algunos dicen: “Yo me voy a ir a convivir” pero lo cierto es que un hijo que nace fuera del matrimonio, lo hace fuera del cerco espiritual que el Señor estableció. Nuestros hijos tienen que nacer dentro del matrimonio porque Dios no está de acuerdo con la convivencia, ni con los hijos de madres solteras o de padres solteros. ¿Por qué? Porque ese no es el ideal que Él programó. El Señor programó que el matrimonio, la pareja, legalmente firme ese contrato porque detrás de este hay un pacto espiritual delante de su presencia. Por eso, nosotros además de lo legal hacemos una bendición en la iglesia porque es una manera pública de decirle a la gente: “Nosotros no firmamos solo un contrato sino que tenemos un pacto matrimonial”. Hoy en día muchos se ríen de eso y dicen: “No me vengan con eso de la firma, eso no cambia nada”. ¿Por qué? Porque Satanás nos ha bombardeado con una cultura anti-familia, anti-matrimonio, y cuando él quiere sembrar algo para destruir la educación, el entretenimiento, la cultura, etc., lo primero que ataca es la familia.

 

Leemos en Deuteronomio 23:2: No podrá entrar en la asamblea del Señor quien haya nacido de una unión ilegítima; tampoco podrá hacerlo ninguno de sus descendientes, hasta la décima generación. Es decir que cuando un hijo nace fuera del pacto matrimonial, no tiene el cerco de bendición que Dios diseñó y hasta la décima generación queda expuesto a influencias demoníacas. Por esa razón, cuando un padre con un hijo endemoniado fue a ver a Jesús y le dijo: “Maestro, si podés, hacé algo porque mi hijo está endemoniado”, el Señor le respondió: “¿Qué si yo puedo hacer algo por tu hijo? ¡Claro que puedo hacer algo!”. Y el hombre agregó: “Tenés razón, ¡ayudá mi incredulidad!”. ¿Qué hizo ese papá? Él tenía una cobertura de incredulidad sobre el hijo y cuando Jesús le hizo notar eso, la quitó y le puso una cobertura de fe. Los padres somos los encargados de crear, por eso Satanás ataca tanto el matrimonio para dejarnos expuestos.

Jesús dijo: “Cuando alguien quiere entrar en una casa y tomar el botín, tiene que atar al hombre fuerte”. ¿Quién es el hombre fuerte en una casa? Papá y mamá. Satanás no puede tocar a nuestros hijos, primero tiene que pasar sobre nosotros que somos la autoridad espiritual dada por Dios. Así que cuando se me acerca una mamá o un papá y me dicen: “Libere a este chico que está endemoniado”, les respondo: “Él no tiene problemas, vos sos el hombre (o la mujer) fuerte en tu casa”. Entonces cuando Satanás quiere lastimar a una persona, rompe el pacto matrimonial y la hace nacer fuera del matrimonio, fuera del pacto; Él ata al hombre fuerte y así puede tocar a nuestros hijos.

 

    Nuestros hijos tiene que ser deseados

 

Cuando una mamá o un papá dice: “Yo quiero un varón” y nace una nena, esa criatura viene al mundo sin cobertura espiritual porque los padres no la desearon como nena, o al revés. Es decir que nuestros hijos tienen que ser deseados. Cuando un hijo nace de accidentes (porque se rompió el preservativo, porque ese día llovía, etc.), lo hace sin cobertura espiritual. Yo tengo una mancha en la pierna que de chiquito me lavaba y me lavaba y no me salía; hasta que le pregunté a mi mamá y me explicó: “Es una aceituna, una mancha que heredaste”. Así como físicamente heredamos cosas, nos guste o no (¡ya dejé de tratar de sacarme la mancha de aceituna!), heredamos actitudes como que “mi papá era un loco y me pegaba”. Pero uno no tiene la culpa de eso porque papá es el hombre fuerte y mi mamá es la mujer fuerte, ellos darán cuenta a Dios porque yo nací en esa casa y ellos que me tenían que cuidar y bendecir no lo hicieron. Satanás trae hijos al mundo que no fueron deseados.

 

    Nuestros hijos tienen que tener ambos padres presentes

 

Cuando nace un hijo fuera del pacto o no es deseado, no tiene cobertura espiritual. También cuando falta el papá o la mamá. Cuando nosotros presentamos en el frente a las mamás con los bebés o a los papás con los bebés y falta el otro progenitor, a ese chico le falta la cobertura espiritual. ¿Por qué? Porque Dios diseñó que ambos padres estén presentes y ese hijo sea el producto del amor de ellos. Un violonchelista tocaba de memoria una pieza musical bien compleja cada vez que la ensayaba. Él le comentó a la madre, también violonchelista, lo siguiente. “Mamá, ¿sabés que esta pieza que es tan difícil la toco casi de memoria?”. “Ah, no me sorprende”, le respondió, “porque cuando estabas en la panza yo ponía esa pieza para que la escucharas”. Se sabe que el bebé a los seis meses, ya percibe, escucha y saborea el mundo externo. Leí la historia de un abuelo que le hablaba al nieto en la panza de la hija y le decía: “Hola, aquí tu abuelito saludándote, ¿cómo estás? Te quiero mucho y te estoy esperando, serás bendecido porque Dios está con vos”. De esa manera, el abuelo lo bendecía al nieto; cuando el bebe nació, en un momento empezó a llorar y como la mamá estaba recuperándose, el abuelo le dijo a la enfermera: “Démelo a mí, yo soy el abuelo”. Lo agarró y le dijo: “Aquí tu abuelito saludándote, bienvenido, ahora nos conocemos personalmente”… y el nene dejó de llorar. ¿Qué le pasó a esa criatura? Ya había recibido la voz de bendición del abuelo en la panza de la mamá.

 

Dice el Salmo 58:3: Los malvados se pervierten desde que nacen; desde el vientre materno se desvían los mentirosos. ¿Sabés qué está diciendo el salmista aquí? Esa persona que es mala hoy no fue bendecida en la panza de mamá, tal vez porque nació fuera del pacto matrimonial, o porque los padres no lo desearon, o porque no estaban ambos soltándole la bendición. Y la palabra pervertirse quiere decir en hebreo “salirse fuera de la familia”. Por eso, cuando María embarazada se encontró con su prima Elizabet, también embarazada de Juan, y la saludó, el Bautista saltó de alegría y la madre le dijo: “Bienaventurada mujer, bendita eres”. Así como Juan el Bautista saltó dentro de la panza de Elizabet, Dios mandará personas para bendecir tu nacimiento, tu proyecto, tu vida.

Los hijos necesitan: el pacto matrimonial, ser deseados y tener a ambos padres presentes.

Ahora, ¿qué ocurre si papá o mamá no estuvieron? ¿O si naciste fuera del matrimonio? ¿No hay solución? Sí, porque Cristo es experto en darnos la bendición que no recibimos de parte de nuestros padres. ¡Él puede hacer todo nuevo! Cuando Dios llamó a Abram a los noventa y nueve años, le dijo: “Te voy a bendecir, ¿sabés quién soy yo? Soy el Shaddai”. Shaddai se traduce como “el Todopoderoso” pero la palabra shad quiere decir “pecho”. Le estaba diciendo: “Abram, yo soy el Dios que te va a nutrir afectivamente porque aunque estás viejo y no recibiste la bendición (Abram fue el primero que siguió al Señor y sus padres no le dieron esa bendición), yo estoy acá para nutrirte, para levantar el cerco, para sanar todo tu pasado, para liberarte ¡porque haré de ti una gran nación!”. Ese es nuestro Señor. Cuando María estaba embarazada de Jesús, José la quiso dejar. Los judíos hasta el día de hoy no aceptan el convivir y tener un hijo fuera del matrimonio, ellos tienen clarísimo que todos los sábados (el Shabat) se encuentran en familia, tienen una cena y bendicen a los hijos. Ellos han entendido la cultura bíblica y han hecho un ritual de las bendiciones que realizan todas las semanas.

 

Cuando José la quiso dejar a María, Dios le habló: “José, no la dejes, porque el bebé que lleva María en su vientre es del Espíritu Santo”. ¡Lo que habrá sufrido al ver a María con la panza! José despareció de escena, no sabemos nada de él, solo que no validó a Jesús como papá. “¿De dónde sacó esto, pastor?”, te preguntarás. Porque cuando Jesús, a los treinta años, se fue a bautizar con Juan el Bautista, apareció una voz del cielo que lo validó. Jesús no hizo ni un milagro hasta los treinta años porque hasta que vos no sanás tu pasado, no levantás el cerco y no recibís la bendición, la cobertura familiar, no tenés que arrancar nada y si arrancás algo, te va mal. Cuenta La Biblia que, cuando Jesús se está bautizando, el Padre le habló delante de todos y le dijo: “Este es mi hijo amado y me deleito en Él”. ¿Te imaginás lo que habrán pensado los que se estaban bautizando ahí? Recién a partir de ese momento, el Señor empezó su ministerio de poder.

 

Esa misma voz que bendijo al Hijo de Dios está aquí para sanarnos. Cuando el Shaddai (el que nutre, el que alimenta) te valida, te da lo que te faltó de mamá y de papá. ¿Naciste fuera del matrimonio? ¿Naciste sin ser deseado? No importa, Dios es experto en restaurar eso y esta enseñanza viene del Espíritu para que levantemos familias sanas con cobertura familiar. Cuando el Padre dijo: “Este es mi hijo amado”, Jesús salió del bautismo y se fue al desierto a enfrentar a Satanás a quien le dijo: “Escrito está, escrito está, escrito está” y lo sopapeó tres veces. ¿Por qué los judíos hacen tanta plata? Porque son poquitos ¡pero manejan el mundo! Hace poco leí las siguientes palabras de un rabino: El cristiano dice: “Oh Dios, quiero trabajar en el banco”; el judío dice: “Oh Dios, quiero ser el dueño del banco”. Para nosotros tener la bendición del Padre es todo lo que necesitamos para creer que nos irá bien pero Dios no es Dios de los judíos solamente, Él es Dios del Universo y es nuestro Dios también. Tomemos la voz del Padre para caminar en victoria.

 

El Señor le dijo a Abraham (ya con un nombre nuevo): “No importa que estés viejo, no importa que hayas nacido afuera, yo soy el Shaddai”. ¿Sabés qué hizo después el Shaddai? Se le apareció al hijo de Abraham, a Isaac, y le preguntó: “¿Sabés quién soy yo? El Shaddai”. Abraham no fue del todo un buen padre pero Dios se le apareció a Isaac y le dijo: “Tu papá te bendijo mucho, tu vieja era medio loca pero también te bendijo; no lo hicieron del todo bien pero yo soy el Shaddai que te voy a sanar”. Isaac tuvo un hijo llamado Jacob a quien Dios se le apareció como el Shaddai, como el pecho que nutre, y le dijo: “Yo sé que tu abuelo y tu papá no lo hicieron del todo bien pero yo soy el Shaddai y te voy a bendecir; es más, te voy a sacar el nombre Jacob y desde ahora te llamarás Príncipe (Israel)”. En otra historia nos encontramos con una mamá que se estaba muriendo y estaba a punto de tener un hijo a quien llamó “Hijo de mi tristeza” (Benoni); la mujer se murió y el papá que estaba al lado tomó a ese bebé y declaró: “No, Hijo de mi tristeza no, vos vas a ser Hijo de mi mano derecha”. No importa quién te transmitió lo que te trasmitieron, tu Padre celestial está a tu lado para hacerte un hijo de su mano derecha. ¡Gloria a Dios!

 

Dijimos que el Shaddai quiere decir “el que nutre”; el Eliona Adonai quiere decir “Dios que está en lo alto” y Erkamka Adonai quiere decir “te amamos Señor”. Te animo a enseñarles a tus hijos la cultura del Reino de Dios, no la cultura de afuera. La gente que haga lo que quiera pero yo soy el hombre fuerte y Alejandra es la mujer fuerte; el Señor nos ha dado a nuestras hijas y nosotros daremos cuenta de ello. Por eso, yo quiero hacer las cosas como Dios me ha dicho porque Él me va a bendecir. Si vos viniste por afuera de la cobertura familiar porque naciste mal, porque mamá no estuvo, porque papá fue un loco de la guerra, quiero decirte que no importa lo que haya pasado. Ahora el Shaddai viene sobre tu vida. Timoteo tenía una mamá extraordinaria y una abuelita mejor, pero el papá no estaba presente; entonces el apóstol Pablo en un acto ritual le impuso las manos y declaró: “Yo soy el papá que no tuviste, yo asumo su lugar y te imparto la bendición del Padre celestial”. Y Timoteo creció con mamá, con abuela y sanado con la bendición de Dios. El Señor toma forma de mamá y forma de papá y aunque tu padre y tu madre te dejen, con todo y eso Él te bendecirá y serás libre. Dejá que hoy Dios te ministre.

 

Jesús declaró que Él vino a traer espada. ¿Cómo qué vino a traer espada? En un momento les dijo a los apóstoles que si no tenían espada, compraran una. Pedro, que era un nabo, le contestó que ya tenían dos y el Señor lo hizo callar. ¡Hay gente que no entiende nada! Pero Jesús no lo soltó. Seguramente Pedro debe haberse preguntado: “¿Qué le pasa a este? Dijo que compráramos espada y tenemos dos”. Y cuando estaban en el Getsemaní y vinieron a arrestar a Jesús, Pedro tenía una de esas dos espadas y le cortó la oreja al de al lado. El Señor le ordenó que guardara la espada. “¿Pero no dijiste que compráramos espada?”. Jesús dijo: “El que quiera ser mi discípulo, el que quiera venir bajo mi cobertura, el que quiera aprender de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. ¿Qué quiere decir tomar la cruz? ¿Tomar la carga que cada uno tiene? No. Pregunté en el Facebook “¿qué significa para vos la cruz de Jesús?”, y contestaron como quinientas personas: amor, victoria, perdón, libertad, éxito, gloria, avance, potencial y un montón de cosas hermosas. Cuando vos tomás tu cruz, estás tomando todo lo que Cristo logró en la cruz del Calvario: la paz, la victoria, etc. Si tomás la mitad de la cruz, tenés la mitad de la victoria; es decir que la cruz es la victoria, la paz, el perdón, el éxito, la sanidad, la cobertura, etc. Ahora, la cruz tenía forma de espada, por eso Jesús dijo que el que no tenía espada consiguiera una. Y cuando vos tomás la espada (que es la espada del Espíritu: La Palabra de Dios), cargás con esa cruz y decís: “Yo llevo en mí su perdón, su victoria, Él es el Shaddai”. No importa si te abandonaron porque ¡en Cristo todo se hace nuevo!

 

Quiero que levantes tus brazos allí donde estés y pienses si naciste fuera del pacto matrimonial, si no fuiste deseado por mama o por papá o por ambos, si faltó mamá o faltó papá o ellos estaban pero eran padres emocionalmente ausentes, y que en este momento renuncies a eso. Te invito a orar así: “Padre, en esta noche busco al Shaddai, busco al que restaura y sana, no importa mi edad, para que me envuelvas y levantes la cobertura familiar en mi vida”. Y si naciste con estas tres bendiciones, es un buen momento para que le des gracias a Dios y le pidas sabiduría para enseñárselo a tus hijos por diez generaciones. Yo me paro en la autoridad de Cristo y te declaro libre, declaro que el Shaddai papá y el Shaddai mamá, que murió en la cruz, trajo libertad, salud y victoria. Yo te bendigo y te doy la bienvenida a esta Tierra, declaro visión, identidad, valor, fuerza, alegría, potencial. Te amamos de parte del cielo y hoy el Señor te abraza, te restaura, te acaricia, te envuelve porque soltamos ahora las cucharas y los cuchillos, y tomamos la espada, levantamos la cruz sobre nuestra vida y la de nuestros hijos. ¡Aleluya! Dios te habla y te dice: “Liberá el potencial, subite a la silla, tomá mi mano, sacá fuerzas, yo te formé en el vientre de tu madre, yo te llamé y yo te traje aquí y te puse mi nombre cuando tu papá o tu mamá no hablaron”.

 

A David lo abandonó el papá, no lo quería, y él escribió: “En pecado yo nací”. Aparentemente David nació como fruto de un adulterio pero él dijo en el Salmo 139: “Señor, yo vi tu libro, yo vi la palabra, tú me formaste en el vientre de mi madre. ¡Maravillosas son tus obras! Cuando enumero tus pensamientos, se multiplican”. David escuchaba que Dios le decía “te amo”; cuando el salmista soltaba un “te amo”, la voz le decía “te amo y te respeto” y se multiplicaba. Nosotros estamos en la cultura del Reino de Dios. Los que hemos nacido con la bendición de papá y mamá, demos gracias al Señor y enseñémoslo a nuestros hijos. Más de una persona me ha dicho: “Quisiera haber sido criado en un hogar cristiano”… nunca es tarde, bendecí tu casa, sé el papá o la mamá que no tuviste porque tenés al Shaddai. Jesús murió en la cruz y restauró todas las cosas y ahora no vamos por un trabajo, vamos por ser los dueños del trabajo porque ¡todo lo podemos en Cristo que nos fortalece!

 

Dejá que el Espíritu Santo te ministre. Hay gente que cree que tiene la cruz, que tiene la espada, porque vienen a las reuniones, están en la iglesia y alaban un poco. Pero a veces cantamos y parece que escupimos las canciones; a veces oramos y parece que escupimos las oraciones: “Señor, gracias, Padre, te pido…amén”. “Ya tengo la espada”, dijo Pedro. “¡Basta!”, le contestó el Señor. A veces venimos acá y estamos atentos a lo que le pasa al de al lado… “eso no es espada”, dice el Señor. “Yo leí La Biblia en una semana”… “eso no es espada”, dice el Señor, “la espada es la cruz, la espada es que me ames, la espada es que te comprometas conmigo, la espada es que cargues con mi victoria y camines con orgullo, en libertad y bendición. Si lo hacés, ya no te atará ningún vicio, ni espíritu de celos, de abandono, de soledad ni de nada; porque yo soy el Shaddai y aunque tu padre y tu madre te hayan dejado, con todo yo estaré contigo”. Papá, mamá, levantamos brazos hoy y nos declaramos libres, llenos del Shaddai, el que nutre. Yo declaro tu pasado cancelado y una cobertura espiritual para cosas grandes, declaro bendito tu vientre, benditos los frutos, bendita tu entrada y bendita tu salida y profetizo familias maravillosas por mil generaciones. Amén.

 

“No te llamarás Hijo de mi tristeza”, dijo el papá que estaba al lado de la mamá que se moría, “te llamarás Hijo de mi mano derecha” (Benjamín). Vos sos el hijo de la mano derecha de Dios; Él te dirá: “¿Querés subirte al sofá?” y vos le responderás: “No papá, no quiero subirme al sofá, ¡quiero el sofá directamente!”. “Adelante”, te dice el Señor. En Puerto Rico ministré una palabra parecida. Pasó al frente un hombre grandote y el Espíritu me guió: me acerqué a él, le puse la mano en el hombro y empezó a llorar. Entonces oré: “Papá celestial llega a tu vida hoy, es el Shaddai, el padre que te faltó”. Y esa persona lloró y lloro; en un momento me miró y me dijo: “Ya está, pastor, gracias” y se fue sano. “Tenemos dos espadas”, dijo Pedro. “Vos no tenés nada”, le contestó Jesús. “Yo adoro, yo alabo, yo oro…”, dirás vos. “Eso no es espada”, te dice Dios. Espada es la cruz, es la victoria, y el que no la tiene que se consiga una porque el Señor no vino a traer paz sino espada. Leemos en el Apocalipsis que con la espada de la palabra que sale de la boca de Dios, Él herirá las naciones y cuando Él nos hiere, no es para lastimarnos sino para sanarnos.

Dale gracias al Señor, agradecele allí donde estás y decile cosas lindas a Papá, bendecí su nombre. También hablá bien de vos mismo, perdoná a los que tengas que perdonar hoy; ya está, por lo que nuestros padres no pudieron darnos, los perdonamos, los soltamos y nos llenamos de Dios. ¡Y todo lo que hagamos nos saldrá bien! Amén.

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