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TENGO UN HIJO CON PROBLEMAS
Gênesis 21.14

 

«Al día siguiente, Abraham se levantó de madrugada, tomó un pan y un odre de agua, y se los dio a Agar, poniéndoselos sobre el hombro. Luego le entregó a su hijo y la despidió. Agar partió y anduvo errante por el desierto de Berseba. Cuando se acabó el agua del odre, puso al niño debajo de un arbusto y fue a sentarse sola a cierta distancia, pues pensaba: "No quiero ver morir al niño". En cuanto ella se sentó, comenzó a llorar desconsoladamente.

Cuando Dios oyó al niño sollozar, el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo y le dijo: "¿Qué te pasa, Agar? No temas, pues Dios ha escuchado los sollozos del niño. Levántate y tómalo de la mono, que yo haré de él una gran nación. En ese momento Dios le abrió a Agar los ojos, y ella vio un pozo de agua. En seguida fue a llenar el odre y le dio de beber al niño. Dios acompañó al niño, y éste fue creciendo, vivió en el desierto y se convirtió en un experto arquero; habitó en el desierto de Parán y su madre lo caso con una egipcia.»

 

En las últimas dos semanas estuve hablando con varias mamás; una tras otra con el mismo conflicto: "mi hijo está mal, dicen que lo lleve al psicólogo porque necesita terapia, y quiero saber qué le está pasando, por qué tiene que hacer terapia; yo lo estoy llevando al psicólogo y quiero verlo bien". Su hijo estaba presente, porque el chico quería escuchar lo que su mamá iba a hablar de él y cómo estaba ella. Yo empecé a investigar cuál era la situación familiar que estaban viviendo, y me respondieron que se estaban divorciando, ó que el papá se había ido de casa, ó que el papá se había quedado sin trabajo y tenían serios problemas económicos. Entonces les dije: "lo primero que tienen que hacer ustedes como papás es usar todos los recursos que tengan para estar bien ustedes, porque si ustedes están bien sus hijos van a estar bien".

Porque nuestros hijos son un reflejo de nuestras propias vivencias. Cuando un hijo está bien es porque ve que sus padres están bien. Eso no quiere decir que el que no tiene trabajo debe conseguirlo ya, el que se fue de casa debe regresar enseguida; significa que yo puedo asumir esa circunstancia y reaccionar con fe frente, sabiendo que pasará porque es circunstancial, y que luego viene algo mejor.

 

Si un hijo ve a una mamá y a un papá que sueltan fe, ese hijo va a también tener fe de que todo eso que está ocurriendo va a ser sólo un recuerdo y que pronto va a salir adelante

 

Por eso no es tanto el problema, sino cómo nosotros vivimos el problema de nuestros hijos. Si entendemos que primero debemos mirarnos a nosotros y luego a nuestros hijos, si nos sanamos nosotros primero, entonces se van a sanar ellos y vamos a encontrar la clave para que nuestros hijos superen sus problemas.

La Biblia dice que los hijos son como flechas en manos del valiente. Dios está buscando mamás y papás valientes. Si nuestro hijo ó nuestra hija es una flecha y está en nuestras manos de mamá, y yo soy valiente, le voy a poder dar dirección a esa flecha, voy a guiar esa flecha hacia el blanco. Si yo estoy mal como mujer, como mamá, si estoy angustiada, depresiva, si estoy estancada en un mal momento, me va a ser muy difícil tener la valentía de lanzar a mi hijo hacia lo bueno. Posiblemente voy a desviar el camino de esa flecha. Por eso primero tengo que transformarme en una persona valiente, para luego poder tensar el arco, poner la flecha y lanzarla hacia el rumbo correcto.

 

Cuatro aspectos para ser una persona valiente:

1) Tengo que conectarme con mi deseo

Agar era una mujer que había sido despedida por Abraham; estaba con su hijito en medio del desierto, solo con un odre de agua, un pan y las palabras de su amo: "no te quiero ver más". Se estaba dejando morir porque no podía decidir nada sobre la vida de ella y de su hijo; nunca pudo conectarse con sus propio deseo. Cuando te atrevés a conectarte con tus deseos, con lo que querés que te pase en la vida, entonces tenés futuro, y si tienes futuro no vas a pensar en tu muerte ni en la de tus hijos, sino que vas a pensar en la victoria que tendrás. Un gran conflicto que tenemos especialmente las mujeres es que desde chicas no nos hemos conectado con nuestros deseos. Hay cosas que para nosotras siempre han sido prohibitivas, cosas que no hemos podido decidir, no podíamos elegir entre varias opciones porque te enseñaban que tu lugar era éste ó el otro. Y cuando una persona no puede conectarse con su propio deseo interior, le tiene miedo al deseo, le metieron miedo con respecto a esos deseos. Esa mujer empieza a vivir un círculo vicioso de frustración tras frustración.

Supongamos que voy con mi papá al kiosco a comprar golosinas; hay tres golosinas y mi papá dice: "¿Cuál quieres que te compre? ¿Un turrón, un chicle ó un chupetín?". Qué va a decir un nene chiquitito? ¡Las tres cosas! Supongamos que el nene pide las tres cosas y el papá le dice: "no, vamos a comprar solo el chupetín porque es mejor". Y el nene dice: "pero... yo quiero...", y el papá dice: "no hijo, te compro esto y no pidas nada más, hoy solamente el chupetín". ¿Para qué le ofreció los otros dos? Eso es lo que nos pasa a nosotros en la vida; no nos damos opción. Pero Dios hizo la vida como si fuera un restaurante de tenedor libre, donde te puedes servir lo que quieras. Sin embargo alguien vino y nos dijo: "todo no, solamente esto". Y muchas veces otros han decidido por nosotros; eso hizo que bloqueáramos nuestro deseo. Como bloquearon nuestro deseo, de grandes no sabemos conectarnos con lo que deseamos y siempre hacemos lo que nos parece que los demás quieren. Tratamos de que el otro se sienta bien, de que el otro esté a gusto, de que el otro esté cómodo, porque no sabemos conectarnos con lo que nosotros deseamos.

 

Yo me pregunto, ¿por qué las mujeres somos más disconformes que los varones? ¿Por qué siempre experimentamos esa sensación de insatisfacción, de que nos falta algo? ¿Por qué llegamos a una etapa de nuestra vida con tantas frustraciones, una detrás de la otra? ¿Por qué hay hombres que dicen "yo no entiendo a mi mujer, no entiendo qué es lo que quiere; un día quiere una cosa y otro día quiere otra"...? ¡Y ni siquiera nos entendemos a nosotras mismas! Porque nos hemos conectado con nuestros deseos, y como no hemos despertado a lo que queremos, entonces vivimos de frustración en frustración, sin saber qué es eso que nos falta; sin entender muy bien qué es eso que nos pone tristes, qué es eso que nos hace levantarnos a la mañana con ganas de llorar y no podemos definir qué es... Eso es estar desconectada con mi deseo.

Te voy a poner un ejemplo: vos estás casada y de pronto te gusta otro hombre, ¿Qué haces? Reprimís inmediatamente el deseo: "no me puede estar pasando esto a mí, yo soy una mujer casada, no me puede gustar otro hombre, lo que siento no es verdad, es una mentira, no no no, no puede ser". Entonces lo guardás, lo encapsulás. Porque te enseñaron que eso era negativo, que estaba mal. Y el problema no es el deseo que surge sino qué hago con el deseo. No nos dieron la opción ni siquiera de pensar "bueno, tengo éste deseo, preparame para saber qué responder frente a él, pero no me niegues el tenerlo".

 

Si estoy haciendo dieta y veo un turrón, seguro tengo deseos de comerlo, no puedo anular el deseo. El deseo es "quiero comerlo". Una vez que acepté mi deseo voy a ver qué hacer: si lo voy a comer ó no. Y para eso está la madurez; si estoy haciendo dieta voy a ver el turrón con deseo pero no lo voy a comer. ¿Por qué? Porque primero decidí otra cosa. Si me gusta un hombre y lo reconozco, acepto que vino el deseo, no lo reprimo; si lo niego eso se transforma en frustración porque estoy negando algo que realmente estoy sintiendo. Pero como yo ya elegí antes ser fiel, no me traiciono. Estará muy bueno ese hombre, pero yo ya elegí antes.

Lamentablemente esto ha ocurrido con nuestros padres, con la iglesia -que se puso en el lugar de madre y padre- diciendo: "¡no, eso es pecado, pecado, pecado, pecado!" y no nos dejaron decidir con madurez qué era lo que decidíamos hacer. Entonces el deseo siempre va a estar, no lo niegues, conéctate con el deseo y ponelo bajo tu propio juicio maduro. Sabés que sos un ser humano, que no sos un robot, que tenés emociones y sentimientos; entonces dejás de juzgar a otros. Y eso es muy importante, dejar de juzgar los deseos de tus hijos. Porque una mujer ó un varón, una mamá ó un papá que no se conecta con sus propios deseos, porque los reprimió como si fuera la madre perfecta, el padre perfecto, son rígidos y no permiten que sus hijos expresen sus deseos y los experimenten. Ni esos hijos no pueden seguir su propio camin como dice la Biblia, ni nosotros podemos instruirlos en su propio camino, porque les decimos: "vas a hacer esto, vas a hacer aquello, esto está prohibido y esto está permitido". A los hijos hay que ponerles límites pero eso no tiene nada que ver con el deseo. Por eso es tan importante sentarnos con nuestros hijos a hablar de sus emociones.

 

En una época se hablaba del metro-sexual, hombres que se arreglan, se depilan, se ponen cremas, etc. Pero ahora se está hablando del hombre metro-emocional, que es un hombre que quiere experimentar emociones, llorar, reírse, tener emociones a flor de piel, quiere saber lo que es ser responsable. O sea un hombre que hasta ahora no teníamos como modelo, porque un hombre que expresaba sus emociones, que lloraba, que compartía con otros, que estaban con sus hijos, no era demasiado hombre porque el hombre macho tenía que ser bruto, serio, trabajar afuera, etc. Hoy se está hablando del hombre metro-emocional, alguien que pueda expresar sus emociones. Y nosotros tenemos que enseñarles a nuestros hijos a expresar sus emociones y a expresar lo que desean sin condenar el deseo. Decirles: "Yo soy como una mamá valiente, vos sos como una flecha en mis manos y yo te voy a guiar, no te voy a decir lo que tienes que hacer, yo te voy a guiar con ese deseo, para que ese deseo no se te transforme en algo en contra, sino que vos puedas decidir qué es lo que vas a hacer".

Pero a nosotros no nos han enseñado eso, ni de chicos ni de grandes. Nos han dicho que desear es pecado y que está mal. Y desear no es pecado, es una reacción de un momento, es un sentimiento que surge. Ahora bien, ¿qué haces con eso? Ahí la cosa cambia; nosotros tenemos que usar el poder de decidir y tener la habilidad de decidir lo mejor para nosotros. Tenés que saber qué es lo mejor para vos y enseñarle a tus hijos qué es lo mejor para ellos. Tengo que conectarme con mi deseo.

No obligues a tus hijos a vivir tu vida. ¿Dónde ponés tus broncas por las cosas que no lográs? ¿Las volcás en tus hijos? ¿Dónde volcás tus insatisfacciones? ¿Dónde volcás tus frustraciones? ¿En tus hijos? ¿Cómo estás mirando a tus hijos? ¿Con tus mismas carencias? ¿Por eso le tenés lástima todo el tiempo? Porque en vez de estar mirando a tus hijos te estás mirando a vos...

 

2) ¿Cómo estoy mirando a mis hijos?

A ese hijo que tiene un problema, ¿lo estás mirando como un pobre hombre ó una pobre mujer? ¿Lo estás viendo como a una persona débil? Tal vez estés mirando a tus hijos a través de tus propios problemas, de tus propias crisis, de tus propias debilidades. Conocí una mamá que cada vez que la hija sacaba una nota baja en la escuela, se amargaba, le agarraba prácticamente un ataque al corazón porque se acordaba de lo mala que era estudiando y de cómo sufrió en la escuela, de las bajas notas que tenía. Entonces cuando su hija traía una mala nota inconscientemente le hacía recordar todo eso. O sea que ponía lo negativo de ella en su hija, y entonces le transmitía esa negatividad.

 

¿Cómo ves a tu hijo? Agar estaba en el desierto, dejó a su hijo y lo miró de lejos. No lo quiso tener en brazos; dijo: "si muere prefiero no ver". Porque ésta mujer no tenía ninguna esperanza, lo miraba de lejos. ¿Mirás a tus hijos de lejos? "Y bueno, de ésta no creo que salga". "Ya está en la droga, con esos amigos de ahí no sale más". "¿Este vago va a conseguir trabajo? No, este no va a conseguir más trabajo". "¿Convertirse y venir a la iglesia conmigo? ¡Nooo!" Y mirás a tus hijos de lejos; les pones tus mambos, tus historias negativas. "No; con lo que le hizo el padre... no". "¿Con lo que vivió de chiquito? No, qué va a salir bueno este pibe". Entonces le ponés todas tus historias, todos tus fracasos, todas tus frustraciones porque estás mirando a tu hijo desde lejos.

Había un hijo endemoniado, y el demonio lo había dejado sordo, mudo y retorciéndose tirado en el suelo. Así era el padre; el demonio le mostró cómo era el padre, era un hombre ciego y sordo a los pedidos del hijo, un hombre que no se consideraba nada; por eso estaba tirado.

 

Tu hijo va a representar lo que vos a veces no querés ver, lo que tal vez no quieras ver de tu propia vida. Nuestros hijos ponen en actos lo que a veces nosotros ni siquiera podemos poner en palabras.

Tal vez vos te sientas una basura y tu hijo va a poner en eso actos, la basura que vos te sentís. Lo va a actuar. Tal vez vos digas "yo no veo nada, a mí nadie me dice nada, nadie me cuenta nada" y tu hijo lo ponga en actos. Como el caso de este hijo: la ceguera. Porque está mostrando lo que vos ni siquiera podés poner en palabras. Nuestros hijos quieren que lleguemos al fondo del problema para resolverlo; no lo resolviste vos en tu generación, pero necesito resolverlo yo en la mía". Y yo te puedo asegurar que Dios lo va a ayudar a resolver eso y ninguna generación más va a tener que sufrir de ese problema.

 

Vos no podes mirar a tus hijos de lejos. Una mamá y un papá tienen la función de ver al rey escondido que hay dentro de sus hijos

Hay un rey, hay una reina dentro de tus hijos. Todos tenemos un rey ó una reina adentro que tiene que nacer. Vos no podés mirar a tus hijos bajo la luz de tus problemas ó de tus conflictos. Jacob era un tramposo, pero vino un ángel, lo tocó y le cambió el nombre: príncipe. Esa es nuestra tarea como padres, tocar a nuestros hijos y transformar eso que ellos no ven para mostrarles el rey que tienen adentro. ¡Es algo tan importante!

 

3) Tenemos que alzar a nuestros hijos

Cuando el nene estaba llorando alejado de la madre, Dios le dijo: "Álzalo, levántalo, sácalo de ese lugar, tráelo hacia vos". ¿Qué es alzar a nuestros hijos? Es levantarlos, elevar su estima, ayudarlos cuando tienen complejos, plantar en su mente la idea de que no estamos sirviendo a un Dios que no puede, sino a un Dios que todo lo puede. Cuando le implantás a un chico que no servimos a cualquier Dios; que mi Dios responde, que mi Dios me respalda, y que si me responde a mí -mamá ó papá- también te responderá a vos, y te respaldará a vos. Hoy no importa que él no quiera saber nada con Dios; lo importante es que sepa que vos tenés autoridad sobre tu hijo; y que si Dios a vos te respalda, él también está cuidado, respaldado y protegido por tu mismo Dios.

¿Cómo se lo decís? Depende de la edad. Pero alguien de nuestra iglesia me contó un cuento y le pedí si lo podía usar hoy. Me dice que él le cuenta éste cuento a sus hijas; lo llamó "La varita divina", -en lugar de la varita mágica:

"Cuando Dios las creó, ustedes estaban en el cielo, y Dios tiene una varita divina. Cuando las iba a crear, las tocó con esa varita para darles un don. Entonces se le cayó la varita y al caerse desprendió todos los dones que había adentro de la varita, ¡y todos esos dones se los dio a ustedes!, y las mandó al mundo con todos los dones, porque ya no se los podía sacar. Ahora mis hijitas tienen todos los dones dados por Dios; lo que tienen que hacer es, si Dios les confió todo eso (y por eso Dios no se los sacó) sabía que ellas los iban a usar bien, los iban a disfrutar, y los iban a hacer crecer".

 

Me pareció tan lindo... Si tenemos hijos chicos podemos contarles este cuento de que Dios nos ha dado tanto, y desde chiquitos ya mostrarles la fe en Dios, el acercarse a Dios. Tenemos un Dios que nos ha hecho importantes y que tenemos recursos dentro nuestro; y aunque son chiquititos, tienen cientos y cientos de recursos internamente para poder desarrollarlos a lo largo de toda su vida. Si tu hijo es grande, en vez de un cuento les vas a decir: "el día que vos naciste, Dios me envió un mail que decía todo lo que a vos te había dado; porque le había escrito a otro, pero la casilla estaba abandonada, no lo pudo recibir; entonces todo lo del otro te lo mandó a vos y vos estás lleno de dones. Y ahora Dios quiere que los uses todos y que los disfrutes".

¿Por qué es esto? Porque nosotros tenemos que ver a nuestros hijos como reyes. Nosotros tenemos que mostrarles a nuestros hijos que son amados por Dios. Por años el mensaje que le dábamos a nuestros hijos, que nos dieron nuestros padres a nosotros, era que Dios estaba enojado porque él se iba con malos amigos, que Dios se enoja mucho. Que cuando él prende un cigarrillo Dios se re-enoja; que cuando él se va a bailar y toma cerveza, Dios se agarra la cabeza a los gritos. Y le mostramos a nuestros hijos un Dios castigador, un Dios que no sabe cómo resolver el problema de droga, de adicciones, de violencia. En lugar de mostrarles un Dios que les dio tanto y decirles: "hijo, yo sé lo que Dios puso dentro tuyo así que empieza a usarlo porque cuando empieces a soltar eso, todas tus adicciones, tus problemas y tus conflictos van a desaparecer en el nombre de Jesús".

 

4) Tengo que sostenerlo en mi mano

Dios le dijo: "Alza al niño y sostenlo en tu mano". A veces los padres cuando no podemos resolver un problema de nuestros hijos se lo entregamos a otra persona. Entonces ya desde jardín de infantes los chicos van al psicólogo. No digo que esté mal o que no es neceario en un caso especial; lo que digo es que a veces la situación no es tan grave. Entonces no los sueltes de tu mano. Si tienen que ir a un profesional por prescripción, que vayan; pero vos seguí haciendo tu tarea y tu tarea es de mamá, no de profesional. Tu tarea no es interpretarles la conducta, tu tarea es una tarea de mamá ó de papá; no es el auto-sacrificio. Para ser padres no es un valor el sacrificio, no es un valor que seas una madre sacrificada, no apuntamos a eso. No apuntamos a ningún tipo de sacrificios porque ya no es necesario desde que Él se sacrificó en la cruz por todos nuestros pecados. "Bueno pastora, pero a mí me gustaría estar con ellos todo el tiempo", y entonces aparece la culpa, y especialmente en las mamás. Es lo que hace que no podamos resolver los conflictos que hay en nuestra casa. Porque la culpa siempre te va abloquear, a atar, siempre te deja pensando en un tema todo el tiempo. La culpa te dice que tu hijo está mal porque algo hiciste. La culpa hace que no puedas resolver tu problema y por lo tanto tampoco el problema de tus hijos. ¡Quitemos la culpa! "Pero yo trabajo pastora... ¿cómo hago?" Te voy a dar algunas ideas:

Demostrales a tus hijos cuando vengas del trabajo que ese momento que estás con ellos es el más hermoso del día. Dile: "Ah, estar este rato junto a vos es lo más lindo que me pasó en el día, pasé cosas buenas, trabajé, pero este momento lo disfruto muchísimo". Tal vez no estés todo el día con ellos, pero en ese momento, ese hijo ó esa hija sabe que vos lo súper-disfrutás.

 

Las mujeres que trabajamos llegamos a casa y ¿qué hacemos? ¡Seguimos trabajando! Llegamos y tenemos que preparar rápido la comida, cocinar, limpiar, hacer las tareas de ellos del colegio, y entonces nuestros hijos nos ven obsesionadas por algo, nos ven nerviosas, angustiadas. Y eso no les da paz a ellos; nosotras queremos mostrarnos como las mujeres que seguimos preocupadas por ellos -porque ahora lo importante es atenderlos a ellos- y somos madres sacrificadas que siempre están pensando en la necesidad de los demás, en dar y en hacer para los demás. Y nuestros hijos no quieren ver eso.

 

Nuestros hijos quieren ver una madre tranquila y que les dé tranquilidad

- Vos llegas, no hay nada hecho en casa, pero vas con ellos a hablar. No te ponés como loca viendo qué falta, que no falta. Te tomás el tiempo, y con tranquilidad decís: "tengo ganas de hablar con vos un ratito, ¿cómo te fue?, vení, sentémonos". Pero no haciendo una cosa y la otra a la vez; sentada y relajada. Eso es un acto de inteligencia emocional con nuestros hijos. Lo estás amando, lo estás validando y lo estás valorando. Hay mamás que tienen hijos grandes casados ¡y van a la casa de sus hijos a limpiar! Y el hijo le dice: "mamá tomá un mate, un café, sentate", y ella "no, dejame limpiar, te plancho la ropa". Y tu hijo necesita ese acto de inteligencia emocional: me siento, me relajo y compartimos. Porque mamá sabe disfrutar de la vida y me está enseñando a mí a disfrutar de la vida y a tener paz y calma en medio de cualquier situación.

 

- Los límites son cuidados de amor. Al principio los chicos se rebelan contra los límites pero después saben que los has cuidado, entonces aprendé a poner límites. Pero tienen que ser cuatro o cinco reglas nada más, no un montón de reglas que después nadie las cumple, ni siquiera vos. Por ejemplo a tus hijos jovencitos: "si querés un celular, tenés que atender siempre a mamá y a papá cuando te llaman", entonces esa regla tiene que estar firme y fija. Otra regla puede ser llegar antes de las doce de la noche, entonces vos ponés la regla, y eso no se discute. No es "yo desconfío de vos", es que te estoy cuidando. "El problema no eres tú, el problema es que te estoy cuidando de un riesgo real". Otra regla puede ser: "cuando yo llegue del trabajo tienes que tener la tarea terminada, yo la reviso, no la hago con vos". Reglas en casa, pocas pero claras.

 

- Otra es besarlos más, abrazarlos más, acariciarlos más. En cualquier momento, hazlo más seguido. ¿Hace cuánto que no le das un abrazo y un beso a tu hijo? ¿Hace cuánto que no lo acaricias con afecto? Pero eso tiene que ser permanente y constante. Ellos tienen que sentir tu caricia, el toque. No darles vergüenza. A los que les da vergüenza es porque no están acostumbrados. Pero si acostumbrás a tus hijos a que mamá ó papá son cariñosos, de dar un beso, acariciar, tus hijos se van a acostumbrar a eso. Hay una etapa en la adolescencia donde los hijos rechazan todo, vas a disminuir un poquitito -especialmente delante de sus amigos-, pero un hijo habituado a eso no va a querer que lo dejes de hacer. O decirle palabras lindas.

 

- Enseñarles a nuestros hijos que no somos padres perfectos, esto es muy importante. ¿Cuántas somos perfeccionistas? Enseñales a tus hijos que no sos una mamá perfecta; te equivocas, metes la pata, muchas veces te sacás del enojo. Cuando ellos te digan: "¡mamá, te volviste loca!", "sí, disculpen chicos, no soy perfecta". "Pero mamá, mirá lo que dijiste, ¡qué pavada acabas de decir!" "Bueno, tengo derecho a equivocarme, no soy perfecta". No te sientas mal cuando tu hijo te dice algo que toca tu estima. Respondé: "no soy perfecta". "Pero a vos te parece ma, mirá lo que hiciste, me manchaste el buzo amarillo con el rojo". "Sí, me equivoqué... no soy perfecta". Mostrale a tus hijos que no te molesta eso, para que ellos puedan aceptar el día de mañana que hay cosas que hacen bien y cosas que no; y hay cosas que tendrán que aprender y hay cosas que nunca van a aprender.

Es bueno que tus hijos sepan que hay momentos en que no sabés para dónde ir, pero que vas a buscar la manera de salir; momentos en que tu fe está un poco más débil, pero nunca te quedás sin fe.

 

Hay mamás ó papás que tienen mucha culpa al salir a trabajar y estar muchas horas afuera. Tienes que mostrarles a ellos que puedes estar presente aún estando ausente. ¿Cómo se hace eso? A través de un acto de amor. Les dejás una carta escrita, un mensaje lindo. Les dejas una ropa preparada para que se pongan, ó le dejás en la heladera su comida preferida, le compras una bebida que sabés que les va a gustar. Escribirle algo en la computadora, un mensaje, algo especial. Eso se llama mensaje de amor. Y aunque no estés presente, para tu hijo estás presente. Aprende a dejar mensajes de amor, son muy importantes. Todo lo que puedas hacer antes de irte de tu casa a trabajar, todas las huellas que puedas dejar, es mejor, porque los chicos reciben éstos actos de amor. Y por último:

 

5) Sabé desconectarte

Si tus hijos son chiquititos y los dejaste a cargo de alguien, confiaste en esa persona, desconectate, todo va a estar bien. Y si son más grandes y están solos, desconectate. "Si les enseñé a vivir, ellos saben cómo manejarse solos". Tratá de desconectarte para poder hacer lo que quieras en tu vida, y no vivir con culpa. No hay nada peor que vivir con culpa, porque si hacés algo y después te condenas, perdiste. Dice la Biblia: "aquello que elijas, hazlo y no te condenes". Porque si te lo condenas va a terminar siendo un pecado, porque te lo condenaste. Entonces, si saliste a trabajar no te condenes; si tuviste más de un hijo no te condenes "uh, para qué habré tenido tantos!" Tienes que saber buscarle la vuelta, ser dueña de cómo reaccionar. Yo puedo estar lejos, me entero de algo que pasó en casa y puedo volver, ó tener en mente a quiénes puedo llamar para ayudarme a resolver esa situación. Y al buscar a otras personas también estoy dando yo una respuesta al asunto, aunque no esté presente y aunque no lo haga con mis manos. Saber qué recursos están a tu alrededor por si pasa algo con tus hijos, puedas dar una orden para que eso se resuelva.

 

6) Dios me dio hijos para Él, ¡no para mí!

Te los entregó a vos para que los cuides, los eduques, los críes y los lances. Pero una vez lanzados el Señor los toma. ¡Él los creó para Él! Por eso en Génesis 3.15 Dios le dijo a la serpiente: "Pondré enemistad entre tú y lo mujer" no le habló a la mujer, le habló a la serpiente. Pero no con cualquier mujer... con la mujer mamá, porque después dice "entre tu simiente y la simiente de ella". Cuando hablo de mamá, hablo de una mujer que produce, que da frutos: hijos, proyectos, sueños, empresas, negocios, ideas creativas, alguien que produce, que tiene en su interior un sueño que dar a luz. Ustedes van a tener peleas con el enemigo, y lo que nazca de ustedes va a tener pelea con lo que nace del diablo. Su hijo ó su hija va a tener pelea con lo que dio a luz Satanás, que es el sistema, el mundo. Quiere destruir a los hijos, destruir la descendencia, la familia. Por eso faraón mandó matar a todos los chicos y entre ellos a Moisés; por eso Herodes mandó a matar a todos los niños, y entre ellos quería matar a Jesús. Pero la biblia dice: "Tu simiente -lo que nazca de vos- aplastará la cabeza del enemigo. Tus hijos pelearán, ¡pero la victoria ya es de ellos!" Tus hijos tienen una pelea por delante, claro que sí. Nosotras, las que parimos, las que tenemos sueños por delante, tenemos una pelea también; pero nuestra simiente le va a aplastar la cabeza al enemigo. O sea que tienen pelea pero la victoria está asegurada. "¡Ah, parece que mi hijo fue vencido por las drogas!". ¡No! Tu hijo no fue vencido por las drogas, está peleando en contra de las drogas y la victoria ya es de él, porque va a aplastarle la cabeza a lo que haya nacido del enemigo. "Parece que mi hijo fue vencido porque es obeso, no puede bajar de peso, hace años que está luchando con eso, ha sido mamá, ha crecido, se casó, pero sigue con la obesidad, está vencida..." ¡No! Tu hija está luchando contra la obesidad, pero tiene la victoria en el nombre de Jesús.

 

¿Cómo estás viendo a tus hijos? Aquellos que tienen hijos con un problema mental, con depresión profunda, hijos grandes, adultos; hijos que están sufriendo por un divorcio, por maltrato, por otras enfermedades... Quiero decirte que estés muy tranquila porque ellos no están vencidos; la están peleando, te han visto pelearla a vos y la están peleando ellos. Pero hay una promesa en la Biblia: "¡Lo que nazca de nosotros, va a aplastarle la cabeza a lo que haya nacido del enemigo!" ¡Ellos ya tienen la victoria!

 

Cuando ellos te cuenten un problema ó los veas en un problema, deciles: "Vos la estás peleando, y te quiero decir que vas a ganar esta pelea, la vas a ganar, yo te lo puedo asegurar porque es la promesa que Dios me dio a mí y que Dios te dio a vos". No veas a tus hijos como derrotados nunca, ni aún en la peor situación, nunca los veas de lejos, nunca los veas como derrotados, nunca digas: éstos ya no se salvan más.

 

¡Ponle esperanza! Mirá la reina y el rey que hay dentro de tus hijos y mirá la promesa de Dios que se cumple sí o sí

 

Tu hijo te dice: "mamá, no puedo con la escuela, no me da la cabeza para estudiar". Vos le vas a contestar: "¡Dale! La estás peleando". "Mamá, hice esto mal, fui un desastre...", vos le vas a contestar: "Adelane, estás peleando hijo". "Mamá estoy deprimido, tengo ganas de llorar, no salgo adelante", vos le vas a contestar: "Estoy con vos, no aflojes...¡Estás peleando y Dios te dio la victoria"

Ministrá a tus hijos las cosas de Dios con sabiduría. No los castigues con Dios. Dios no es un castigo; no les cuestiones sus deseos. "Hijo te voy a enseñar, te voy a guiar para que puedas llevar adelante bien ese deseo; y después vas a decidir, por sí ó por no".

¿Qué área de tu vida, todavía tienes en esclavitud? Porque esa área de la vida de tus hijos también está en esclavitud. Peleala vos también, porque hay una promesa para vos como hija, de que le vas a aplastar la cabeza al enemigo. Entonces ¿por qué no la peleás primero vos, así le dejás menos para pelear a tus hijos? Hay una promesa sobre tu vida que también le vas a aplastar la cabeza a todo lo que nazca del enemigo. ¡Y la victoria es tuya en Jesús!

 

Alejandra Stamateas

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