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ENTRE LOS ÁRBOLES
Gênesis 3.8-13

 

Dos hombres estaban trabajando en el jardín de un edificio de oficinas. Uno de ellos hacía un hoyo con su pala, y el otro iba detrás de él rellenando el hoyo. Pasaron todo el día haciendo y rellenando hoyos en fila a las orillas de las avenidas del edificio de oficinas.

 

Un hombre que los observaba se quedó intrigado por la aparente insensatez de sus acciones. Acercándose, les preguntó qué hacían. Uno de ellos le respondió: "De seguro le parecen extrañas nuestras acciones. Lo que sucede es que somos un equipo de tres trabajadores, y nos dedicamos a sembrar árboles. Yo hago el hoyo, otro compañero pone el árbol y el tercero llena el hoyo. Sólo que hoy, el compañero que pone los árboles no vino a

trabajar, porque está enfermo."

 

Estos dos trabajadores, con mucha dedicación, continuaron su trabajo de sembrar árboles, a pesar de que su compañero estaba ausente. Sólo había un problema; ¡se les olvidó lo más importante - los árboles mismos! Perdieron de vista los árboles.

 

En la historia que hoy leeremos - y a través de la Biblia - hay varios árboles sumamente importantes, y no quiero que cometas el mismo error que cometieron estos trabajadores. No quiero que los pierdas de vista. Más bien, esforcémonos hoy en entender el mensaje de los árboles.

 

Este mensaje empieza durante la creación. En Génesis 1:29, Dios dice a la humanidad: "Yo les doy de la tierra... todos los árboles que dan fruto con semilla; todo esto les servirá de alimento. " Los árboles fueron creados para provisión. De su fruto nos alimentamos.

 

Sin embargo, uno de esos árboles también fue usado por Dios para poner al hombre a prueba. De todos los árboles podían comer, menos uno; así Dios vería si el hombre lo obedecía o no. Leamos lo que sucedió con este árbol.

 

Lectura: Génesis 3:1-7

La historia de Adán y Eva es también la historia de cada uno de nosotros. Somos sus descendientes, y heredamos su culpabilidad; pero también reaccionamos frente a la tentación de la misma manera en que ellos reaccionaron. La serpiente aquí es Satanás; no es un simple animal, porque la Biblia nos dice que era más

astuta que todos los animales.

 

La estrategia que Satanás usó con Eva es la misma estrategia que él usa con nosotros. Trata de hacer que Dios parezca un aguafiestas. Dios los puso en medio de todo esto y luego les dijo que no lo comieran, ¿verdad? - le dice a Eva. Lo mismo hace contigo. Te dice: Dios te creó con sexualidad y luego te dice que esperes hasta casarte. ¡Qué aguafiestas!

 

Tenemos que aprender a reconocer las mentiras del enemigo por lo que son, y confiar en la verdad que Dios nos dice. Dios es el que sabe lo que es bueno. En todo el acto de creación, El vio lo que era bueno para la humanidad. Pero ahora, los seres humanos deciden que ellos saben lo que es bueno. Eva miró el fruto, y "vio que era bueno"; en lugar de depender de lo que Dios dice acerca de lo que es bueno, ella lo decide por su propia cuenta.

 

El árbol del conocimiento del bien y del mal nos muestra a la humanidad necia, creyendo que sabe mejor que Dios. Todos hemos hecho lo mismo. Hemos tomado esa fruta, pensando que podemos escoger nuestra propia felicidad. Pero el resultado ha sido para nosotros el mismo también.

 

Lectura: Génesis 3:8-13

¡Qué ironía! Aquellos árboles que Dios había creado para su sostén y bendición ahora se convierten en el escondite de Adán y Eva después de su pecado. Ellos oyen la voz de Dios en el jardín, y en lugar de salir gozosos a su encuentro, ahora se esconden entre las cosas que El mismo les había dado como bendición.

 

En la Biblia, oír la voz de Dios y obedecerla siempre trae bendición; ellos oyen, pero no obedecen. Veremos que el resultado de esto es maldición, y no bendición. En lugar de reconocer su pecado, ellos se esconden, y al ser descubiertos, tratan de echar la culpa a otro. Adán culpa a Eva, la mujer que Dios les dio (como si Dios también compartiera la culpa); Eva culpa a la serpiente.

 

¿Han cambiado las cosas? ¡No han cambiado! Tú y yo solemos hacer exactamente lo mismo, y con las mismas consecuencias. Cuando pecamos, en lugar de confesarlo y enfrentar las consecuencias, nos escondemos "entre los árboles" o tratamos de justificarnos.

Déjame decirte algo: los resultados son igualmente desastrosos cuando hacemos esto. La Biblia dice: "El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia." (Proverbios 28:13)

 

Si tú estás ocultando algún pecado, ten la certeza de que saldrá. Conforme más lo ocultes, peores serán las consecuencias cuando salga. Si lo reconoces y te apartas, podrás encontrar misericordia que no esperabas; pero mientras lo sigas escondiendo, jamás prosperarás.

 

Veamos ahora lo que sucede como resultado de comer del fruto del árbol prohibido.

 

Lectura: Génesis 3:14-19, 21-23

Dios pronuncia tres maldiciones, que son las consecuencias para cada uno de sus acciones. Dentro de un momento veremos que en estas maldiciones también hay esperanza. Consideremos uno por uno estos mensajes, empezando con el último.

 

Dios había creado al hombre para vivir sobre la tierra y gobernarla, cuidándola y recibiendo de ella su sostén. Sin

embargo, como resultado de su pecado, sus días sobre la tierra serían marcadas por duro trabajo. En lugar de que su trabajo fuera un gozo, como lo había sido antes, ahora sería duro y frustrante. Al final de una vida de labor, moriría - cosa que no había formado parte del plan inicial.

 

La mujer había sido creada con la capacidad única de traer nueva vida al mundo, y de ser el centro emocional del hogar. Como resultado del pecado, ella ahora daría a luz con dolor, y el pecado también afectaría las relaciones dentro del hogar. En lugar de vivir en armonía con su esposo, ella lo trataría de dominar. Las palabras "desearás a tu esposo" son las mismas que se usan en el capítulo 4 cuando Dios habla del deseo del pecado de dominar a Caín.

 

Como resultado del pecado de la mujer, se produciría la dinámica malsana que se ve en muchos hogares donde la mujer trata de controlar a su esposo en lugar de respetarlo, y el esposo, por culpa propia y maldad propia, domina a su esposa en lugar de amarla.

 

Sobre la serpiente, sin embargo, recae el peor castigo. Sería completamente derrotada, lamiendo el polvo. Observa el verso 15, que contiene gran esperanza para nosotros. Primeramente, Dios declara que habría enemistad entre la serpiente, Satanás, y la mujer y su descendencia.

 

La última parte es muy importante. Dice: "Su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le morderás el talón." Leyendo con cuidado, nos damos cuenta de que esto no se refiere a la simiente de la serpiente, sino a la serpiente misma. La serpiente misma se enfrentaría con un descendiente de la mujer; sería doloroso y costoso para el descendiente de la mujer, pero letal para la serpiente.

 

¿Quién es esta simiente de la mujer? Es precisamente el que pondría fin a la maldición que vino sobre la humanidad como resultado de la desobediencia de Adán y Eva. Sobre otro árbol cortado y talado, El derrotaría el poder de la serpiente y traería libertad de la condenación.

 

Su nombre, por supuesto, es Jesús. Leamos 1 Pedro 2:24: "quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados." Adán y Eva habían comido el fruto de un árbol, queriendo ser como Dios, y así habían traído condenación sobre toda la humanidad. Jesús, siendo Dios, se hizo hombre y fue al madero para pagar por la

desobediencia de la humanidad. Así El nos redimió de la maldición.

 

El resultado es poderoso. El fruto del árbol de la vida que había sido quitado de nuestro alcance después del pecado de Adán y Eva volverá a bendecirnos.

 

Leamos Apocalipsis 22:1-5:

Los que por fe reciben a Cristo como Señor y Salvador, y lo obedecen, vivirán para siempre con El sin maldición,

alimentándose del árbol de la vida.

 

Si conoces a Cristo, ésta es tu esperanza. Esta es tu realidad.

Este es tu futuro. Jesús nos ha redimido de la maldición. Esa redención se realiza de forma progresiva. En esta vida, podemos ser progresivamente libres de la presencia y el dolor del pecado. Cuando Jesús regrese, la restauración será completa; viviremos para siempre en la presencia del Señor, sin muerte ni sufrimiento.

 

Déjame hablarte por un momento de tu vida aquí y ahora. Cristo nos ha redimido de la maldición. Como cristianos, entonces, no tenemos por qué vivir ya bajo ella. Me temo, sin embargo, que muchos creyentes siguen viviendo como si todavía estuvieran bajo la maldición en su vida familiar.

 

Hermano, si tú tratas a tu esposa como si fuera una esclava, o la regañas como si fuera niña, todavía estás viviendo bajo la maldición. Esa conducta es producto del pecado; no es el plan de Dios. Primera de Pedro 3:7 lo aclara: "Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo." ¿Estás

arrastrando actitudes que pertenecen a la maldición? Si lo estás haciendo, arrepiéntete, y pídele al Señor que te ayude a vivir de otra manera.

 

Igualmente, esposas, si ustedes están en competencia con sus esposos en lugar de apoyarles, también están viviendo como si todavía estuvieran bajo maldición. Más bien, hagan suya la actitud que describe 1 Pedro 3:4-6: "3:4 sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. 3:5 Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; 3:6 como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza."

 

¿Se acuerdan de los jardineros que conocimos al principio del mensaje? ¡Se les olvidó lo más importante - el árbol! No cometas el mismo error. No pierdas de vista aquel madero en el que Jesús dio su vida para darte una vida diferente. Acuérdate cada día de lo que El hizo. Ese madero se convertirá en un árbol de vida para ti.

 

Tony Hancock

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