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ENTRE LA TIERRA Y EL CIELO
Gênesis 11.1-9

 

Una manada de ovejas se alimentaba tranquilamente en su verde pastizal. El sol brillaba, las aves cantaban, y por todas partes se oía el be-be-be de las ovejas contentas. De repente, otro sonido irrumpió en la tranquila escena: muuuuuuuuuuuu. Las ovejas levantaron la cabeza para ver dónde estaba la vaca que oían, pero sólo había ovejas en el pastizal.

 

Bajaron las cabezas y siguieron comiendo, balando tranquilamente, cuando de repente se oyó otro muuuuuuuuuuu.

Volvieron a levantar la cabeza para buscar inútilmente la vaca que se había metido a su pastizal, pero ahora una de las ovejas se había percatado de dónde provenía aquel sonido. ¡Era la ovejita que tenía al lado!

 

Volviendo la cabeza, le preguntó: ¿Qué te pasa? ¡Eres oveja!

¿Por qué emites mugidos? Su compañero le respondió: Es que estoy aprendiendo otro idioma. ¡Quiero ser bilingüe! Como esta ovejita, hay muchas personas hoy en día que desean ser bilingües, y con buena razón. El hablar más de un idioma abre muchas puertas en el mundo actual.

 

¿Te has preguntado alguna vez por qué hay tantos idiomas? La Biblia nos da una explicación desde la perspectiva de Dios. No es sólo una explicación para satisfacer nuestra curiosidad, sino que nos enseña mucho acerca de nuestra situación - y su solución.

 

Lectura: Génesis 11:1-9

La semana pasada estudiamos la historia de la caída del hombre, y los capítulos que intervienen en Génesis relatan la forma en que la situación humana fue de mal en peor. Nos cuentan del primer homicidio, con Caín y Abel; nos hablan de la maldad que cubrió la tierra, a tal grado que Dios la tuvo que destruir con un diluvio, salvando sólo a Noé y su familia.

 

Aun Noé, el hombre más justo de su tiempo, tuvo su defecto. Al desembarcar del arca que Dios usó para salvarlo, sembró un viñedo. Después de que crecieran las vides, cosechó las uvas y las exprimió para hacer vino. Como resultado de su borrachera, se desnudó dentro de su carpa, y uno de sus hijos lo vio. Interesantemente, es la primera mención bíblica del alcohol, y demuestra la forma en que el consumo del alcohol lleva al ser

humano a hacer el ridículo y perder el control.

 

Ahora vemos a la humanidad todavía en su plan de rebelión contra Dios. La historia de Babel nos prepara para lo que viene en el capítulo siguiente, lo que veremos la semana entrante. Por esto, es importante que comprendamos lo que el Señor nos quiere enseñar aquí.

 

La primera cosa que notamos en este pasaje es que comienza con un movimiento hacia el este. Dentro del libro de Génesis, cuando la gente va al este, representa la rebelión contra Dios y sus consecuencias. Por ejemplo, Adán y Eva salieron del jardín del Edén - donde habían vivido en comunión con Dios - y se fueron hacia el este. De igual modo, Caín - después de matar a Abel - se fue a vivir al este.

 

Obviamente, ésta no es una regla general de la vida humana. Por ejemplo, cuando me mudé a este estado, vine hacia el este; mi residencia anterior había sido al oeste. Estuve dentro del plan de Dios para mi vida al hacerlo; no era un acto de rebelión. Más bien, dentro del libro de Génesis, el movimiento hacia el este representa rebelión y castigo.

 

Cuando leemos, entonces, que la humanidad en masa se movió hacia el oriente, entendemos ya que lo están haciendo en rebelión contra Dios. Luego notamos que su tecnología avanzó. Antes, habían construido con piedras y mezcla, pero ahora empezaron a usar ladrillos y asfalto. Esto les permitiría realizar construcciones más rápidas y de mayor elevación. Sin embargo, notamos que usaron su conocimiento tecnológico en rebelión contra Dios; el avance tecnológico no representaba un avance espiritual.

 

Hay un mensaje muy importante aquí para nosotros. La tecnología por sí sola es neutra; los hombres podrían haber usado su conocimiento de nuevas formas de construcción para construir casas para los pobres o un templo para Dios. Sin embargo, la maldad humana muchas veces aprovecha la tecnología para lograr cosas más pecaminosas y aumentar su rebelión contra Dios.

 

Como creyentes, no podemos simplemente adorar el progreso tecnológico, como mucha gente en el mundo lo hace. ¿Cuántas veces hemos visto anuncios que nos tratan de vender algún aparato, simplemente diciéndonos que es lo más nuevo o más moderno, como si esto fuera todo? Más bien, tenemos que preguntarnos acerca del uso de la tecnología. ¿Para que la vamos a usar?

 

Si vas a instalar en tu casa una línea de Internet de alta velocidad, ¿para qué la vas a usar? Si tienes satélite, ¿para qué la usas? Tu celular, ¿te acerca a las demás personas y a Dios? No compres algo simplemente porque es el último grito de la tecnología. Considera cómo lo vas a usar, y si te va a acercar o alejar de Dios.

 

En este caso, la tecnología nueva de construcción resultó en un mayor alejamiento de Dios. Los hombres tuvieron un doble propósito en construir su tremenda torre. Querían evitar ser esparcidos sobre la tierra, aunque Dios le había dicho a Adán que la llenaran. También querían hacerse famosos, o en traducción más literal, "hacerse un nombre".

 

Seguían con lo que había empezado Eva, decidiendo por su propia cuenta lo que era bueno y siguiendo su propia sabiduría. Dios sabe lo que es bueno para el ser humano, y sabe lo que nos trae realización y satisfacción; pero nosotros una y otra vez tratamos de encontrar nuestro propio camino a la importancia.

 

Con su rascacielos los hombres pensaban que serían vistos desde todas partes, pero ahora sus nombres han sido olvidados.

Trataron de subir al cielo, pero el resultado fue inesperado.

Resulta que sí se hicieron un nombre - el nombre de Babel, que la Biblia relaciona con la palabra hebrea que significa confusión.

 

En otras palabras, el esfuerzo humano por hacerse famosos sin Dios sólo trajo confusión. Ellos no querían ser esparcidos sobre la tierra, pero Dios los esparció como castigo. Desde entonces, los idiomas proliferan sobre la tierra, y todavía hay mucha confusión en la comunicación.

 

Sin embargo, llegó el mome nto en el que Dios revocó lo que se había hecho en Babel.

 

Lectura: Hechos 2:1-11

El día de Pentecostés tuvo lugar cincuenta días después de la Pascua judía, el día en que Jesús murió, y siete u ocho días después de que El fue trasladado al cielo. Jesús les había prometido a sus discípulos que enviaría al Espíritu Santo, y que en el poder del Espíritu ellos serían sus testigos.

 

En aquel día, miles de años después de los sucesos de la torre de Babel, Dios obró para reunir a los esparcidos. En ese día había en Jerusalén representantes de todas las naciones conocidas en aquel tiempo, y milagrosamente, ¡cada uno de ellos oía a los apóstoles predicar el mensaje en su propio idioma! El mismo Dios que había confundido los idiomas, ahora traía unión en Cristo por medio de su Espíritu.

 

Antes, Dios castigó a la humanidad trayendo confusión como consecuencia de la soberbia humana. Ahora, El reunía a la humanidad que humildemente creería su mensaje para formar un nuevo cuerpo, el cuerpo de Cristo. Pentecostés es el cumpleaños de la iglesia, el cuerpo de Cristo; y Dios nos muestra algo muy especial acerca de ese cuerpo.

 

Nos muestra que será un cuerpo unido de todas las naciones de la tierra. Por esto, cuando llegamos al libro que nos relata el fin de la historia, leemos: "Después de esto miré, y apareció una multitud tomada de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas; era tan grande que nadie podía contarla. Estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos de túnicas blancas y con ramas de palma en la mano. Gritaban a gran voz: La salvación

viene de nuestro Dios, que está sentado e del trono, y del Cordero." (Apocalipsis 7:9-10)

 

En Babel, el hombre trató orgullosamente de ascender al cielo; en Jerusalén, el día de Pentecostés, el cielo bajó humildemente a la tierra. Por eso, el desastre que crea el orgullo humano se corrige cuando nos humillamos y esperamos el mover del Espíritu.

Si nos movemos en nuestra soberbia, traemos división y derrota; si nos humillamos y nos unimos a lo que Dios quiere, El trae restauración.

 

Quiero preguntarte: ¿Dónde estás viviendo? ¿Vives en Babel, o en Jerusalén? Seguramente responderás: ¡No vivo en ninguno de esos lugares! Claro está que no me refiero a tu lugar geográfico, sino más bien a tu actitud hacia Dios y los demás. ¿Vives en orgullo, o en humildad? ¿Vives en soberbia, o en sumisión?

 

Acuérdate de que el plan de Dios es unir a todas las lenguas, naciones y tribus en un cuerpo, el cuerpo de Cristo. ¿Cómo responderías si una persona de otra raza y lenguaje llegara a nuestra iglesia de visita? ¿Le darías la bienvenida, haciendo un esfuerzo por comunicarte aunque no hablen el mismo idioma? ¿O reaccionarías con sospecha y rechazo?

 

Dios ya obró para deshacer la división que se creó en Babel. ¿Te has unido a su plan de reconciliación? ¿Estás preparado para alabar con creyentes de muchos pueblos en aquel día? Dios te invita a unirte a El en su movimiento de reconciliación.

Prepárate para aceptar a las personas de otras naciones y lenguas que El pone en tu camino e invitarlos a ser parte del pueblo de Cristo.

 

Tony Hancock

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